Notas de Ivo

Cómo realizar la Lectio Divina:

Leer, meditar, rezar, actuar

Paso 1. Leer: ¿Qué dice el texto? En primer lugar, se lee el texto. Al nivel más básico, uno se pregunta: ¿Qué sucede en este pasaje del Evangelio? A veces, conviene usar un comentario bíblico o leer la explicación de la propia Biblia para entender mejor el contexto.

Paso 2. Meditar: ¿Qué me dice Dios a mí en este texto? En este punto, uno ve si hay algo que Dios quiere darle a conocer en este pasaje. Casi siempre uno puede relacionarlo con algún suceso o experiencia de su vida.

Paso 3. Rezar: ¿Qué le quiero decir yo a Dios sobre el texto? Después de meditar en este pasaje, tal vez uno sienta temor por lo que cree que el Señor le pide hacer. Si esto significa defender a alguien que ha sido maltratado, o incluso defenderse uno mismo, quién sabe si la idea pueda asustarle. Tal vez uno tema ser rechazado, y más aún, ser rechazado por los conocidos y amigos cercanos, como lo fue Cristo en su propia ciudad.

Paso 4. Actuar: ¿Qué hacer como resultado de la oración? Finalmente, uno actúa. La oración debe movernos a actuar, aunque esto solamente signifique ser más compasivos y fieles.


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Corona Dolorosa

Por la señal † de la Santa Cruz, de nuestros † enemigos libranos Señor † Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo † y del Espiritu Santo. Amen.

Oración inicial

Dios mío, te ofrezco esta corona de los dolores principales de María, para mayor gloria vuestra,y para venerar a María Santísima,meditando y compartiendo en Ella sus dolores. Alcánzame la gracia del perdón de mis culpas y una verdadera disposición para obtener las gracias prometidas a los que se ocupan en este santo ejercicio.

Acto de contrición

Señor mío, Jesucristo, me arrepiento profundamente de todos mis pecados. Humildemente suplico tu perdón y por medio de tu gracia concédeme ser verdaderamente merecedor de tu amor, por los méritos de tu Pasión y Muerte y por los dolores de tu Madre santísima.

Después de cada dolor:
Padrenuestro...,
Avemaría...(siete veces)


V. Corazón doloroso,Inmaculado y Dulcísimo de María.
R. Ruega por nosotros.

si queremos hacer una reflexión más breve, podemos rezar después de cada dolor un único Avemaría.

Primer Dolor:

La profecía de Simeón

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma por los sufrimientos de Jesús, y en cierto modo, te manifestó que tu participación en nuestra redención como corredentora sería a base de sufrimiento; te acompañamos en este dolor.
Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.

Segundo Dolor:

La huida a Egipto

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; que ya al poco de nacer, era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor.
Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.

Tercer Dolor:

El niño Jesús perdido

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensando qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos en este dolor.
Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.

Cuarto Dolor:

La calle de la Amargura

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, cargado con nuestras culpas; Él, que era creador de la vida y que aceptó por nosotros sufrir este desprecio de ser condenado a muerte de cruz; sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor.
Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.

Quinto Dolor:

La crucifixión del Señor

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz, para darnos vida a nosotros, tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor.
Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención.

Sexto Dolor:

La lanzada y el descendimiento

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la hubieran dado en tu propio corazón; y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor.
Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como Él nos amó.

Séptimo Dolor:

Sepultura del Señor y soledad de la Virgen

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo; Él, que era Creador, Dueño y Señor de todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados. Y tú, Madre nuestra adoptiva y corredentora, que le acompañaste en todos sus sufrimientos y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor.
Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos.



Al finalizar

Nos proteja Santa María, y nos guíe benigna por el camino de la vida. Amén.

Oración final

Oh Dios, Tú has querido que la vida de la Virgen fuera marcada por el misterio del dolor; concédenos, te rogamos, recorrer con Ella el camino de la fe y unir nuestros sufrimientos a la Pasión de Cristo para que sean motivo de gracia e instrumento de salvación. Por Cristo nuestro Señor.

Amén.


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EL ANGELUS

Se reza de rodillas, excepto desde la tarde del sábado hasta la noche del domingo. En Tiempo Pascual, se reemplaza por el Regína Cæli.

Esp.
V. EL Ángel del Señor anunció a María.
R. Y concibió por obra del Espíritu Santo.

Dios te salve, María...

V. He aquí la esclava del Señor.
R. Hágase en mí según tu palabra.

Dios te salve, María...

V. Y el Verbo se hizo carne.
R. Y habitó entre nosotros.

Dios te salve, María...

V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos. Te rogamos, Señor, infundas tu gracia en nuestras almas, para que quienes hemos conocido la Encarnación de tu Hijo anunciada por el Ángel, por los méritos de su pasión y su cruz, lleguemos a la gloria de la resurrección. Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor.
R. Amén.


Lat.
Ángelus Dómini nuntiávit Mariæ.
R. Et concépit de Spíritu Sancto.

Ave María...

V. Ecce ancilla Dómini.
R. Fiat mihi secúndum verbum tuum.

Ave María...

V. Et Verbum caro factum est.
R. Et habitávit in nobis.

Ave María...

V. Ora pro nobis, sancta Dei Génitrix.
R. Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.

Oremus. Grátiam tuam, quæsumus, Dómine, méntibus nostris infúnde: ut qui, Angelo nuntiánte, Christi Fílii tui Incarnatiónem cognovimus, per passiónem ejus et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúmdem Christum Dóminum nostrum.
R. Amen.


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LETANÍAS DE LA HUMILDAD

Escritas por el S. E. el Cardenal Rafael Merry del Val, que acostumbraba rezarlas diariamente después de celebrar la Santa Misa.

Oh Jesús, manso y humilde de corazón, Óyeme.
Del deseo de ser reconocido, Librame, Jesús.
Del deseo de ser estimado, Líbrame, Jesús.
Del deseo de ser amado, Librame, Jesús.
Del deseo de ser ensalzado, Librame, Jesús.
Del deseo de ser alabado, Librame, Jesús.
Del deseo de ser preferido, Librame, Jesús.
Del deseo de ser consultado, Librame, Jesús.
Del deseo de ser aprobado, Librame, Jesús.
Del temor de ser humillado, Librame, Jesús.
Del temor de ser despreciado, Librame, Jesús.
Del temor de ser rechazado, Librame, Jesús.
Del temor de ser calumniado, Librame, Jesús.
Del temor de ser olvidado, Líbrame, Jesús.
Del temor de ser ridiculizado, Líbrame, Jesús.
Del temor de ser infamado, Líbrame, Jesús.
Del temor de ser sospechado, Líbrame, Jesús.
Que los demás sean más amados que yo, Jesús, dame la gracia de desearlo.
Que los demás sean más estimados que yo, Jesús, dame la gracia de desearlo.
Que los demás puedan elevarse en la opinión del mundo, y que yo pueda ser disminuido, Jesús, dame la gracia de desearlo.
Que los demás puedan ser escogidos y yo dejado de lado, Jesús, dame la gracia de desearlo.
Que los demás puedan ser alabados y yo despreciado, Jesús, dame la gracia de desearlo.
Que los demás puedan ser preferidos a mí en todas las cosas, Jesús, dame la gracia de desearlo.
Que los demás puedan ser más santos que yo, mientras yo sea tan santo como me sea posible, Jesús, dame la gracia de desearlo.

V. Jesús, manso y humilde de corazón.
R. Haz nuestro corazón semejante al tuyo.

Oración. Señor Jesús, que siendo Dios te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio, concédenos la gracia de imitar tu ejemplo, para que, humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de Ti en el cielo. Amén.


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Oraciones de la noche


Pongámonos en la presencia de Dios y adorémeslo:

Os adoro, oh Dios mio, postrado con profunda humildad ante vuestra presencia soberana. Creo en Vos, porque sois Verdad infalible. Espero en Vos, porque sois bondad infinita, fiel a vuestras promesas. Os amo con todo mi corazón, porque sois sumamente amable, y amo a mi prójimo como a mi mismo por amor a Vos.


Demos gracias a Dios por los beneficios que nos ha concedido:

¿Cómo podré agradeceros, oh Dios mio, todos los beneficios que de Vos he recibido? Habéis pensado en mi desde toda la eternidad, me habéis sacado de la nada, habéis dado vuestra vida para redimirme, y dia tras día, seguís colmándome de infinidad de favores. ¿Qué haré en agradecimiento de tanta bondad? Venid, Espiritus bienaventurados, y ayudadme a alabar al Dios de las misericordias, que no cesa de prodigar sus gracias a la mas indigna e ingrata de sus criaturas.


Pidamos a Dios la gracia de conocer nuestros pecados:

Espiritu Santo, fuente de luz eterna, disipad las tinieblas que me ocultan la fealdad y la malicia del pecado. Inspiradme un horror tan grande a él, que llegue a aborrecerlo, si posible fuera, tanto como a Vos mismo, y prefiera mil veces a la muerte antes que volver a cometerlo. Amén.


Examen general. Examinemos nuestra conciencia sobre los pecados cometidos durante este día, para con Dios, para con el prójimo, para con nosotros mismos... de pensamiento... palabra... obra... omisión...

Examen particular. Apuntar el número de faltas.



Pidamos a Dios perdón por nuestros pecados:

Vedme aquí, Señor, lleno de confusión y transido del más vivo dolor por mis pecados. Los detesto delante de Vos, con verdadero pesar de haber ofendido a un Dios tan bueno, tan digno de amor. ¿Podíais esperar esto de mí, después de haberme amado hasta derramar vuestra sangre por mí? Verdaderamente, Señor, mi ingratitud ha sido extrema. Os pido humildemente perdón, y por vuestra misma bondad, cuyos efectos he experimentado tantas veces, os suplico me concedáis gracia para hacer, desde hoy, hasta la muerte, sincera penitencia.


Formemos el firme propósito de no pecar más:

¡Cuánto quisiera, Señor, no haberos ofendido jamás! Pero ya que he tenido esta desgracia, quiero probaros la sinceridad de mi arrepentimiento siendo mejor en adelante. Desde ahora renuncio al pecado y a toda ocasión de pecar. Muy especialmente evitaré las ocasiones en que con mayor frecuencia he recaído. Y con vuestra gracia, que con humildad os pido y espero firmemente, me esforzaré en el fiel cumplimiento de mis obligaciones, y nada será capaz de detenerme cuando se trate de vuestro divino servicio. Amén.


Pater, Ave, Credo, Confiteor.



Encomendémonos a Dios, a la Santísima Virgen María, a San José y a todos los Santos:

Bendecid, oh Dios mío, el descanso que voy a tomar para reparar mis fuerzas a fin de serviros mejor. Virgen Santísima, Madre de Dios y después de Él mi más firme esperanza, San José, Angel de mi Guarda, Santos Patronos míos, y todos los Angeles y Santos, interceded por mi, protegedme durante esta noche, todo el tiempo que dure mi vida y particularmente en la hora de mi muerte. Amén.


Roguemos por los vivos y por los fieles difuntos:

Bendecid, oh Señor, a mis padres, familiares, amigos y enemigos; proteged a todos los que me habéis dado por Superiores, tanto espirituales como temporales. Socorred a los pobres, a los afligidos, a los presos, a los viajeros, a los enfermos, a los agonizantes y a los que van a morir sin agonía. Convertid a los herejes y cismáticos, iluminad a los infieles, venced la contumacia de los judíos. Dios de bondad y misericordia, tened piedad de las almas de los fieles que están en el Purgatorio, especialmente de aquéllas por las que estoy más obligado a rogar. Dadles el reposo y la luz eterna. Amén.


Invoquemos también a todos los Santos:

Almas bienaventuradas que tenéis la dicha de estar ya en la gloria, obtenedme dos cosas del que es nuestro Dios y nuestro Padre: que no lo ofenda jamás mortalmente y que corrija en mí todo lo que le desagrade. Amén.


Antes de acostarnos, podemos rociar con agua bendita el lecho y rezar tres Ave Marias por nuestra perseverancia, añadiendo luego las Jaculatorias:

Jesús, José y Maria, os doy el corazón y el alma mia.
Jesús, José y Maria, asistidme en mi última agonia.
Jesús, José y María, con Vos descanse en paz el alma mia.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espiritu.